La vacunació dels esportistes d'elit, a debat

La selección española, que disputa la Eurocopa, sufrió una pequeña crisis una semana antes del inicio por un positivo de Covid-19. Ante el miedo de que el brote fuera a más, se tomó lo que para mí es una decisión que debería haberse tomado antes (como se dice popularmente: es mejor prevenir que curar) pero que causó mucho revuelo en redes y prensa: los jugadores de la selección iban a ser vacunados.

A priori no parece tan descabellado pensar que 24 vacunas se destinen a unos deportistas que representan a nuestro país en una competición internacional, pero como ya es costumbre en los últimos tiempos cualquier decisión es sometida a una competición moralista en la que es imposible ganar porque en redes todo el mundo es perfecto. El principal argumento de los “antivacunas” es que esas dosis deberían destinarse a gente con más necesidad y no a esos “millonarios que corren detrás de un balón”. Obviamente, como en la mayoría de los debates de este tipo, el problema nunca es el qué sino el quién.

Si enfocamos la discusión a la pregunta: ¿hay gente que necesite más la vacuna? Sin duda, la respuesta es sí. Pero la cuestión no es esa y dejando de lado la crítica fácil, veamos qué supone vacunar a la selección. En primer lugar, qué supone para las personas de riesgo que necesitan la vacuna. Debemos recordar que estamos en lo que parece la recta final de la pandemia, la situación es esperanzadora y el ritmo de vacunación es cada vez más alto. El pasado 10 de junio, 654.232 personas recibieron su dosis lo que suponen 7,5 vacunas por segundo de media o lo que es lo mismo, por culpa de la insolidaria y egoísta selección tenemos que esperar cuatro segundos más para ser vacunados. Con los números en mano, vemos que objetivamente este revuelo no tiene sentido, pero entonces ¿por qué se produce?

A finales del mes pasado, las jugadoras de la selección femenina de baloncesto recibieron la primera dosis de su pauta de vacunación. Nadie puso el grito en el cielo al igual que pasó con los demás deportistas olímpicos, que también serán vacunados. Lo que nos lleva a pensar, como he dicho antes, que el problema no es el qué sino el quién. Los futbolistas son vistos por gran parte de la sociedad como afortunados que no aportan nada, ¿pero es esto así?

“el problema no es el qué sino el quién”

En la antigua Roma un poeta llamado Juvenal pronunció la frase “panem et circenses” despreciando así en lo que se había convertido el pueblo romano y dando a entender que se podía tener calmada a la población con poco más que comida y entretenimiento. Siglos más tarde no creo que esa afirmación ande aún muy desfasada por lo que solo añadiría que para tenernos contentos necesitamos: pan, circo y vacunas. Visto que las vacunas van llegando, el pan parece que también, aunque cada vez con más dificultades (más si te gradúas en 2022 habiendo pisado dos años la universidad presencialmente), dejemos a la gente que disfrute del circo que supone ver a “millonarios correr detrás de un balón”.

Porque, aunque de puertas para fuera el fútbol no interesa a nadie y todos preferimos leer libros a ver a deportistas defendiendo a su país, la realidad es que el primer partido de la selección retransmitido en abierto rozó los 8 millones de espectadores y fue lo más visto del día. Lo dicho, a todos nos gusta y necesitamos el circo, ya sea viendo a “La Roja”, las Olimpiadas o criticando vacunaciones en Twitter.