juliol 2021 / LA COLUMNA

¿Es el liberalismo incompatible con la izquierda?

Xavier Llop

En la actualidad política, el término “liberalismo” se usa frecuentemente para describir una identidad política primordialmente “de derechas” por parte de ambos espectros políticos, aunque con connotaciones claramente distintas. Esto también se ve en las redes, donde dicha corriente se tiende a definir cada vez más como “anti-izquierdista”. 

Nos centraremos  en exponer muy resumidamente las principales ideas ontológicas del liberalismo como filosofía aplicada a la política y economía para intentar cuestionar dicha afirmación, teniendo en cuenta que no existe “un gran manual” sobre esta corriente. 

En primer lugar, el liberalismo político clásico se fundamenta en la protección y promoción de la libertad negativa, aquella que reconoce los derechos de los individuos a desarrollar sus planes vitales sin intromisiones injustificadas, siendo la propiedad privada un ejemplo paradigmático. La separación de poderes es otro aspecto clave, el cual ha calado en la conceptualización de las democracias, siendo clave para promover un equilibrio en las instituciones públicas y evitar abusos de poder para permitir un desarrollo satisfactorio de las libertades. Otra idea muy usada por la corriente política liberal es el contractualismo, aunque no es exclusiva de este.  Estos elementos sirven de base para crear instituciones fundamentales para las democracias en las que vivimos, tales como el Estado democrático de derecho, ampliamente apoyadas tanto por izquierdas como por las derechas moderadas.

el liberalismo político clásico se fundamenta en la protección y promoción de la libertad negativa

En el aspecto económico, juntamente con el rol que debe tener el estado, es donde encontramos una mayor disparidad de interpretaciones y tópicos impulsados por diversas ideologías. Económicamente, el liberalismo se vincula a una economía poco regulada, cuyo objetivo sería el de maximizar la libertad individual. Si bien esta idea base es objeto de diversas interpretaciones, a veces muy dispares, cabe distinguir el liberalismo del libertarianismo y el anarco-capitalismo. Estas son las subcorrientes que aplican las premisas liberales hasta las últimas consecuencias, es decir, que defienden un mercado totalmente desregularizado y un estado débil o prácticamente inexistente. 

El liberalismo tampoco debería traducirse en sentir “animadversión hacia los impuestos”. Ciertamente, los impuestos plantean conflictividad sobre la libertad negativa, pero ser liberal no implica necesariamente estar incondicionalmente indignado ante impuestos ni ir en contra de los estados de bienestar, por el contrario, el liberalismo moderado debe abogar por una fiscalidad eficiente y una economía relativamente abierta. 

Visto todo esto, ¿ser liberal implica ser anti-izquierda?

“el liberalismo moderado debe abogar por una fiscalidad eficiente y una economía relativamente abierta”

Desde luego el liberalismo se opone al absolutismo,  totalitarismos,  tradicionalismos y a ideologías extremas. Cierto es que no es compatible con ideologías izquierdistas muy intervencionistas a nivel estatal y productivo, pero es un pensamiento político suficientemente transversal y gradual como para contar con un amplio abanico dentro del espectro político e inclusive permite la fusión con otras corrientes. Tal vez sería interesante hablar de “liberalismos” en vez de enmarcar el concepto “liberalismo” como una categoría rígida y excluyente. 

Si hay algo a remarcar, es lo mal que se usa el término para descalificar a rivales políticos, o para ponerse galones mediante definiciones vagas y restrictivas que contribuyen, eventualmente, a una polarización injustificada en aras de eventuales beneficios políticos e ideológicos.

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