gener 2024 / CULTURA

Explorando la belleza a través de las palabras

¿Qué es la belleza? Un vistazo a lo largo de la historia de su metamórfico concepto y una aproximación a su intrincada relación con las experiencias sensoriales

Sara Yebra UPF

No hay nada en este universo que no esté sometido al imperio de la belleza. Es una verdad tan antigua como los pilares de nuestra Tierra y, sin embargo, resulta curioso lo fácil que es olvidarlo.

Hace apenas un mes, deambulando por Paseo de Gracia, me vi inmersa en una apasionante conversación sobre la concepción actual, y tal vez errónea, de esta noción. ¿Qué es la belleza? ¿Una mera idea, una emoción, una forma estética, un valor? Resulta extraordinariamente complicado encontrar una respuesta correcta para tal cuestión, puesto que tal vez no la haya.

Desde tiempos inmemoriales, el ser humano ha persistido en su intento de comprender, definir y alcanzar la belleza en todas sus facetas, pero, a pesar de su esfuerzo, sigue siendo un concepto esquivo y cambiante. ¿Podríamos considerar que algo que logra evocar sentimientos puede ser calificado como bello? En este sentido, el amor, el arte, la literatura y la amistad son manifestaciones de la belleza, pero, por esa misma regla de tres, la tristeza también puede ser percibida como tal. En cierta manera, el sentimiento constituye la culminación máxima de lo que hacemos llamar belleza, pero ¿hasta qué punto está relacionada con una experiencia sensorial?

La academia platónica —Platón, Aristóteles— fue de las primeras en situar la belleza en el campo del conocimiento, inaugurando la estética filosófica en Occidente. [Rafael Edwards]

Empezando en la Antigua Grecia, encontramos que sostenían que la belleza ascendía a la dimensión moral. Para ellos, estaba intrínsecamente ligada a la idea de perfección, proporción y equilibrio, y no se limitaba únicamente a una simple percepción visual. Aristóteles afirmaba que la belleza era un bien supremo, incluso mayor que la virtud, y consideraba que su explicación no necesariamente estaba relacionada con los sentimientos. Lo bello, lo era en esencia. En esa misma línea, Platón planteaba que la Belleza Ideal pertenecía al mundo inteligible, de lo divino y esencial, en contraste con la belleza humana, que se hallaba en el mundo sensible y de la apariencia. No obstante, consideraba que, para alcanzar su plenitud, era necesario fusionar ambos.

El Romanticismo, por su parte, rompió con la cultura clásica. Las incesantes crisis sociales, políticas e ideológicas que caracterizaron el siglo XVIII provocaron un desencanto generalizado de la realidad y de la vida, que era concebida como un problema insoluble del cual solo cabía huir. Bajo esta influencia, se redefinió la belleza como la expresión pura de la emoción y como una manera de eternizar el instante. Autores como Baudelaire, yendo aún más allá, consideraban que la belleza podía encontrarse tanto en lo placentero como en lo oscuro, lo ínfimo y lo horrendo. Por ello, en su Himno a la Belleza, proclamaba: “que procedas del cielo o del infierno, qué importa, ¡oh, Belleza! ¡monstruo enorme, horroroso, ingenuo!”. Así pues, la concepción romántica experimentó un giro hacia lo sentimental, abarcando toda la gama de emociones.

“La belleza ya no se adhiere únicamente a un dictamen estético o a unos parámetros inamovibles, sino que yace en el ojo del espectador.”

Siglos después, la belleza sigue siendo un fenómeno omnipresente en nuestra sociedad. A pesar del transcurso del tiempo, su búsqueda parece no tener fin. No obstante, ahora más que nunca, es un valor puramente subjetivo. La belleza ya no se adhiere únicamente a un dictamen estético o a unos parámetros inamovibles, sino que yace en el ojo del espectador.

Paradójicamente, parece ser que, en nuestra época de la postmodernidad, tendemos a caer en una filosofía epicúrea al confundir la belleza con el placer. La Real Academia Española define la primera como una cualidad que genera un placer sensorial, intelectual o espiritual, mientras que el placer se refiere a una sensación agradable. Si bien es cierto que la experiencia de la belleza a menudo implica una sensación placentera, no puede decirse lo mismo del placer, ya que este, por sí mismo, no tiene la capacidad de generar belleza. Es una regla matemática: relación no implica causalidad. La belleza es algo mucho más profundo y complejo y, a diferencia del placer, no tiene un fin en sí mismo.

Platón dijo una vez que, si hay algo por lo que merece la pena vivir, es por contemplar la belleza. La belleza, aunque haya resultado ser un concepto metamórfico, nos ha guiado hacia lo más profundo de nuestra humanidad. Cada día nos recuerda que somos seres sensibles, que buscan la emoción y la conexión con el mundo que nos rodea y yo me pregunto, ¿qué hay más bello que eso?

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