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Els límits de l'humor, a debat
desembre 2021 / VERSUS
A favor dels límits de l'humor
Pongamos que alguien convierte en una broma aquello que más te hiere. Esto es lo que pasa cuando no se ponen límites al humor. El humor es un pacto implícito, un acuerdo entre el que hace el comentario cómico y quien lo recibe. La libertad del primero está condicionada por la sensibilidad del segundo.
Como todas las formas de entretenimiento, el humor es un reflejo de la sociedad contemporánea, de modo que sus límites adoptan un carácter flexible y varían en función de la susceptibilidad de una sociedad determinada. Actualmente vivimos en una etapa de hipersensibilidad generalizada. La tendencia colectiva a censurar ciertos discursos se debe al proceso común de sensibilización frente a realidades que antes no estaban en el punto de mira, por ejemplo: la homosexualidad, la inmigración o el machismo.
“Actualmente vivimos en una etapa de hipersensibilidad generalizada.”
El humor puede servir para muchos como un mecanismo de defensa ante la amenaza de ciertos aspectos que a priori parecen aterradores, como la muerte. La jocosidad puede tener como función crear un discurso liberador sobre los traumas colectivos. Aun así, bajo la inocente apariencia de una broma, a menudo se enmascaran ideologías basadas en discursos de odio e intolerancia. El empleo de un tono cómico da licencia para pronunciar públicamente opiniones que, de otro modo, serían desaprobadas.
Mediante la popularización de ciertas bromas se integran inconscientemente una serie de valores que se ven reflejados en el comportamiento de la sociedad. Un ejemplo son las bromas que denigran o cosifican a la mujer. Cuanta más aprobación obtienen este tipo de bromas, más se repiten. ¿Por qué tenemos que aceptar esa clase de comentarios bajo un pretexto cómico? Es necesario establecer unos límites para evitar normalizar ciertas conductas de ridiculización que se expresan disfrazadas en forma de chiste.
Por otro lado, debemos desprendernos de la idea de que el humor no tiene límites porque va de la mano de la libertad de expresión. Si estamos de acuerdo que la propia libertad de expresión termina cuando se ataca la libertad de otro individuo, entonces estaremos a favor de los límites del humor. Igual que juzgamos ciertas opiniones porque resultan hirientes, también debemos hacer lo mismo con los chistes. Por tanto, un factor clave reside en la sensibilidad del receptor, que va estrechamente ligada al grado de madurez de este. La persona que hace el comentario jocoso debe respetar los límites establecidos por su público.
“[…] debemos desprendernos de la idea de que el humor no tiene límites porque va de la mano de la libertad de expresión.”
Otro elemento clave que condiciona la delimitación del humor es el contexto que rodea una broma. Hay ciertos matices que el emisor debe tener en cuenta antes de contar un chiste. Por ejemplo, a nadie se le ocurriría hacer una broma sobre terrorismo el día siguiente del 11-S. Esta clase de madurez es la que se requiere para discernir qué ocasiones son adecuadas y cuáles no.
En conclusión, aquellos que creen en un humor sin límites han decidido creer en una utopía, en un mundo donde las opiniones más hirientes se visten con comicidad y deben ser aceptadas bajo el pretexto del humor.
En contra dels límits de l'humor
No hay que ponerle puertas al campo. Tómese un momento para pensar en qué representa para usted el humor. Seguro que, tras unos segundos, le viene a la memoria aquella vez en la que un amigo le hizo una broma que le hizo desternillarse, o aquel día en el que le contó un chiste a un compañero de clase para hacerle reír. Me aventuro a decir que, cuanto más piensen, más y mejores recuerdos aflorarán en su memoria.
El humor es, por definición, una cosa buena; una herramienta que tenemos los humanos (y sólo los humanos) para hacer sentir mejor a los demás y a uno mismo. Gastar una broma o hacer un chiste no sólo nos sirve para romper el hielo con alguien a quien acabamos de conocer o para levantarle a un amigo o amiga que está un poco triste, sino que nos sirve como terapia, ya sea como emisores o receptores, contra todos los problemas y dificultades a los que nos enfrentamos diariamente.
¿A usted le parecería lógico que se hablara de limitar la bondad o la generosidad? Claro que no, pues todos y todas creemos que las cosas buenas de la vida hay que estimularlas e incentivarlas, no limitarlas. ¿Por qué el humor debe ser diferente? No debería serlo, pues el humor, como ya he dicho, es, por definición, algo positivo en tanto en cuanto es un excelente vehículo para mejorar la vida de los demás y las relaciones que tenemos con ellos.
“¿A usted le parecería lógico que se hablara de limitar la bondad o la generosidad?”
Lo que ocurre con el humor es que, a diferencia de lo que ocurre con la bondad o la generosidad, no lo juzgamos a él, sino al contexto. Pondré un ejemplo que le resultará meridiano. Hace más de un lustro, Guillermo Zapata, concejal en el ayuntamiento de Madrid, fue severamente juzgado por la prensa y la opinión pública por haber realizado unos años antes varios chistes sobre el Holocausto. Sin embargo, nadie criticó el contenido en sí del comentario, sino que éste se refiriera a los judíos.
Si en lugar del Sr. Zapata hubiera sido un superviviente de Auschwitz o de Sobibor, ¿alguien se hubiera atrevido a decir que el comentario era antisemita o que constituía apología del nazismo? Al contrario, la reacción generalizada hubiera sido, como suele suceder en estos casos, de apoyo a la persona que lo realizara arguyendo que, después de todo lo que había pasado, aún tenía suficiente sentido del humor como para bromear sobre esos ignominiosos horrores. Como decía, en el caso del humor se suele juzgar el contexto y no el contenido.
Por otro lado, huelga decir que el humor es uno de los ejes fundamentales de la libertad de expresión y uno de los mejores vehículos para transmitir ideas preexistentes. Sólo tiene que pensar en las ácidas cuartillas de Quevedo contra el despilfarro de Felipe IV o las incendiarias publicaciones de la revista ¡Cu-Cut! mofándose de la visión imperialista del ejército español a inicios del siglo XX. Es sabido que ni al Rey Planeta ni a los militares les gustaron los comentarios burlescos que se hicieron de ellos, pero, ¿es eso motivo suficiente para decir que habría que haber limitado el humor e ingenio de Quevedo o de los redactores del ¡Cu-Cut!?
“[…] huelga decir que el humor es uno de los ejes fundamentales de la libertad de expresión y uno de los mejores vehículos para transmitir ideas preexistentes.”
En definitiva, el humor siempre es bueno porque nos hace la vida más llevadera; hay que apreciarlo por lo que por sí mismo representa y es un pata indispensable de la libertad de expresión. El humor es una parte esencial de todos y todas, por lo que, si lo limitamos a él, también nos estaremos limitando a nosotros mismos.
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