abril 2021 / LA COLUMNA

Productividad tóxica: cuando nada de lo que hacemos es suficiente

Emilia Andueza

“No estoy haciendo lo suficiente.” Si eres un estudiante universitario, lo más probable es que en algún momento hayas tenido, o tengas, este pensamiento. 

Parece que cada vez más, a nuestro alrededor, todos están involucrados en proyectos que trascienden las barreras de las aulas de la universidad. La mayoría tenemos compañeros con papeles administrativos en organizaciones estudiantiles, colegas que hacen voluntariado en diversas ONGs, conocidos que tienen proyectos de emprendimiento propio y amigos que ya se están insertando en el mercado laboral, mientras que tú no tienes ni idea de cómo funciona una pasantía. Cada día Instagram me recomienda nuevos perfiles artísticos que gente de mi edad -o peor aún, más joven- usa para colgar sus proyectos. Películas, podcasts, bandas, revistas… Conozco ncluso a gente que vende trajes de baño o tiene negocios de repostería artesanal.

En condiciones como estas es extremadamente fácil sentirse abrumado. Siento que la forma en la que actualmente vivimos los jóvenes se mueve a un ritmo vertiginoso. Es como si todos avanzasen a cien kilómetros por hora. ¿Cómo es posible que la gente tenga tiempo para hacer todas estas cosas, estudiar una carrera universitaria y, además, mantener una vida social? Para mí la respuesta no está del todo clara, lo único que sé es que mis intentos por alcanzar al resto de mis compañeros se sienten más como un “sujétate que te caes” que un verdadero avance de mi parte. Acabo de cumplir veinte años y siento que ya me estoy quedando sin tiempo. ¿Suena familiar?

Algunos académicos han identificado este fenómeno y lo han denominado “síndrome de la productividad tóxica”, que describe la sensación de insuficiencia que uno puede llegar a sentir con respecto a su vida laboral -o estudiantil, en nuestro caso- y que causa niveles de autoexigencia muy elevados y una obsesión por la superación personal. En términos más coloquiales: es la emoción que nos embarga cuando, a pesar de nuestros esfuerzos, sentimos que no estamos haciendo lo suficiente. 

“Ya no es suficiente contar con un grado, sinoo que también debemos ser el mejor de la clase, hablar tres idiomas […]”

Pero, ¿cómo hemos acabado así? Bueno, la sociedad en la que vivimos no nos lo ha puesto fácil. Constantemente escuchamos cómo la economía del país es cada vez más inestable, que los niveles de desempleo van en aumento, que no hay trabajo para la gente joven y cómo la COVID-19 empeorará aún más el panorama. Las propias empresas también son culpables, con sus exigencias absurdas para aquellos que buscan ingresar al mercado laboral. Ya no es suficiente contar con un grado, sino que ambién debemos ser el mejor de la clase, hablar tres idiomas, haber participado en actividades extracurriculares y además venir con experiencia previa. Es por eso que muchos jóvenes se están decantando por ser autónomos e iniciar sus propios negocios; pero en ese camino también hay trampa y es que, con tanta competencia, parece que cada segundo que no inviertas produciendo es tiempo perdido. Las redes sociales solo magnifican el problema bombardeándonos a todas horas con los proyectos de nuestros compañeros y proyectando una imagen de éxito que solo aumenta nuestra sensación de no estar haciendo lo suficiente. 

Es una situación de pérdida-pérdida. La productividad tóxica genera ansiedad, baja autoestima, depresión y envidia o resentimiento hacia los demás. Entonces, ¿cómo gestionarla? Si tuviese la respuesta supongo que no estaría escribiendo este artículo -que, debo admitir, decidí hacer  después de ver a demasiadas personas publicando sus proyectos en Instagram-. Sin embargo, hay algo que me brinda calma y es que, por más que a veces lo sienta así, no estoy sola. Hablar con amigos sobre esta sensación me ha hecho entender que muchos estamos en lo mismo. Personas que, a primera vista, parecen estar involucradas en miles de proyectos y que aparentan tener su vida en orden me han confesado estar igual de perdidas que tú o yo. Todos estamos plagados de inseguridades y hemos pensado en algún momento que no somos suficiente. 

Por eso, y aunque suene cliché, relajémonos todos un poco, que aquí ninguno tiene la vida descifrada.            

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